-Al desuntemecer las piernas, se activaron otros músculos. Muchos dijeron “¡Chau Viagra!”
-Algunos representantes de la clase media local, pisaron por primera vez las cacas que hacen sus propios perros enormes y de “marca” que tienen como “prolongación peneana” (Maitena dixit), al igual que sus autos, por tener que caminar por la vereda. Pobrecitos.
-Otros, ni siquiera recorrieron las tres cuadras que separan sus casas de sus trabajos, porque al no poder usar el auto, no podían maltratar a los tarjeteros cuando lo estacionaban.
-Algunos, al no poder usar sus autos enormes y tener que caminar corrieron a la plaza 1º de Mayo para hacerse lustrar los zapatos y sentirse superiores a alguien.
-Todos los empleados de comercio y transeúntes del microcentro, ante la falta de la dosis diarias del smog de los colectivos, fueron en peregrinación hasta cerca del Volcadero... al menos el metano los calmó un poco.
-Muchos tuvieron que aprender a saludar y mirarse a la cara al encontrarse con otros pares en las veredas.
-Otros, pusieron sus celulares con el volumen más alto para reproducir el ruido que habitualmente hacen con sus bocinas, frenadas, y arrancadas violentas de los semáforos.
-La ciudad, por unos días, se pareció a la de hace unos años cuando el parque automotor era mucho menor, y los vendedores de autos se retorcían como la nena de “El Exorcista”
-La mayoría redescubrió la ciudad, las calles sin ruidos ni smog, el placer de caminar, encontrarse con otros, el ejercicio, el aire puro... pero ansía que vuelva la nafta porque son esclavos del consumo y sin autos se sienten “pobres” y pocos importantes.
-Otros, ni siquiera recorrieron las tres cuadras que separan sus casas de sus trabajos, porque al no poder usar el auto, no podían maltratar a los tarjeteros cuando lo estacionaban.
-Algunos, al no poder usar sus autos enormes y tener que caminar corrieron a la plaza 1º de Mayo para hacerse lustrar los zapatos y sentirse superiores a alguien.
-Todos los empleados de comercio y transeúntes del microcentro, ante la falta de la dosis diarias del smog de los colectivos, fueron en peregrinación hasta cerca del Volcadero... al menos el metano los calmó un poco.
-Muchos tuvieron que aprender a saludar y mirarse a la cara al encontrarse con otros pares en las veredas.
-Otros, pusieron sus celulares con el volumen más alto para reproducir el ruido que habitualmente hacen con sus bocinas, frenadas, y arrancadas violentas de los semáforos.
-La ciudad, por unos días, se pareció a la de hace unos años cuando el parque automotor era mucho menor, y los vendedores de autos se retorcían como la nena de “El Exorcista”
-La mayoría redescubrió la ciudad, las calles sin ruidos ni smog, el placer de caminar, encontrarse con otros, el ejercicio, el aire puro... pero ansía que vuelva la nafta porque son esclavos del consumo y sin autos se sienten “pobres” y pocos importantes.
("Acidez de la actualidá", semanario Análisis)
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