viernes, julio 20, 2007

fontanarrosa

El recuerdo de Jaimo
“La experiencia que tuve de conocerlo fue en Rosario en el 92, estaba en un congreso de Arquitectura y charlé con él como cualquier hijo de vecino. Me preguntó sobre mi vida y después venía mucha gente y conversaba con todos. Sólo los verdaderos maestros son humildes y eso de poder seguir charlando ahora y siempre.Para mí es un humorista que puede ir más allá, puede hacer humor con los argentinos y hacerlo gustar de manera popular, es nuestro emblema y es representativo no siendo futbolista, boxeador o presidente y eso es más que un triunfo para el Negro.El es un humorista, pero para él el texto es fundamental, para él no hay mucho humor mudo como Quino o Caloi. Se apoyó en intelectuales como Soriano, Serrat y era un grupete de gente, en su bar El Cairo, donde concurría. Empezó con dibujos y copiando a Pratt (de El Corto Maltés) hizo a Boggie o a Inodoro Pereira, que representaba lo telúrico en los 70 y genera en el texto todo el humor. Al leer algo sobre él, te imaginás todo. Él estudia los comportamientos y la forma de cargarnos. Él vivía el fútbol y su Rosario Central, que es y será para él lo más grande que hay. Es un argentino más que se dedicó a la cultura para la gente. Para mí se fue uno de los mejores, sino el mejor. El Negro es de todos y ahora estará cagándose de risa de nosotros, como siempre..."

“Era un tipo que sabía comunicar muy bien”, dijo Maxi Sanguinetti
Maxi Sanguinetti, a propósito de la ausencia física y la perdurabilidad en obras de Roberto Fontanarrosa, se manifestó “sorprendido, triste y dolido al mismo tiempo”. “A Fontanarrosa lo leía desde muy chico, cuando mi viejo compraba las revistas Hortensia, Humor, Satiricón... Lo seguí siempre con mucha admiración. Inodoro Pereyra, con Asterix y Mafalda, todavía es una de las pocas tiras que me hacen reír. Cuando me enteré que se había muerto se me vino a la cabeza una imagen. Cuando recién nos fuimos a Rosario a estudiar con un grupo de amigos, entre ellos el dibujante Facundo El Faca Vázquez, estábamos obnubilados con el mito de Fontanarrosa y el bar El Cairo. Una de las primeras cosas que hicimos cuando llegamos a Rosario fue ir a buscarlo a ver si era verdad que iba todas las tardes con los amigos a sentarse a una mesa. Fuimos un día a la tarde y efectivamente estaba Fontanarrosa con los amigos. Nos sentamos en la mesa de al lado como unos fans hasta que él nos saludó y salió de su momento de recreación de ocio para sentarse junto a nosotros con la mejor de las voluntades. Charlamos con él como si estuviéramos hablando con un conocido de toda la vida. Fue una demostración de simpleza, no podíamos creer que fuera tan accesible hablar con alguien a quien admirábamos tanto. Después coincidíamos en muestras de humor en Rosario y recordaba a los entrerrianos siempre. Conocí su estudio en el barrio Fisherton, estar ahí fue emocionante. Lo que más me gustaba de Fontanarrosa era la multiplicidad de cosas que hacía: escribir y hacerlo bien. Lo suyo era comunicar. No era un dibujante eximio. Era un tipo que sabía comunicar muy bien. Y esa es una facultad que no tienen muchos. En Rosario hay un duelo muy grande que se percibe en la calle. Queda la obra, que por suerte es mucha”.


Del diario UNO de hoy.