Hermoso mail llegado a la etérea redacción de mqc blog:
"A la civilización del miedo sólo le faltaba prohibirnos los abrazos. Pero ya es tarde. Para cuando vino la indicación, nosotros ya estábamos pegados los unos a los otros. Ya es difícil separarnos. El abrazo, máxime en estas situaciones críticas, sólo da salud. Nunca la priva. Nosotros/as seguiremos pegados, abrazados, ahí nos cueste la vida. Si el hermano/a está enfermo más motivo para fundir nuestros cuerpos, para transmitirle de esa forma la salud y la energía imprescindibles. El único virus letal es el de la histeria y su primo el individualismo.
Preferimos ser contaminados/as con el terrible virus a tener que guardar esa profiláctica distancia. La única enfermedad letal es esa distancia del ser humano con su congénere, de éste con el hermano animal, con los demás reinos de la vida, con la Madre Tierra. Si de algo no puede prescindir este mundo es de darnos abrazos, de darnos la mano de forma sincera y profunda.
No cunda la paranoia, cunda la epidemia solidaria. No sabemos de este tipo de azotes, pero sí lo suficiente como para observar que las mayores plagas son el olvido del hermano/a y después el apego a esta bolsa de músculos y huesos, el olvido de que somos almas circunstancialmente encarnadas en cuerpos. El miedo es lo que acaba con las defensas de los cuerpos. La histeria es lo que nos hace débiles.
No tememos a un virus que ocupa todas las portadas de los informativos. Tememos una civilización depredadora de la salud, incapaz de poner fin a su oferta de asfalto, hacinamiento, contaminación y ruido. En vez de cuestionar la raíz de las nuevas enfermedades que generan tan nocivos entornos, sólo se invierte en paliativos: mascarillas y vacunas. ¡Caigan las máscaras, las de dentro y las de fuera! ¡Carguemos nuestros cuerpos de la más eficaz de las vacunas: el genuino amor al prójimo!"
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