viernes, abril 11, 2008

Paranacondo

1º entrega: El Canberra pide aguante y el Patito Sirirí no se lo da.

Por: Maxi Sanguinetti
(Para revista "El Colectivo" - Publicado en su último número, el 18)

¡Bienvenidos a Paranacondo! ¡La tierra donde el realismo mágico y el grotesco criollo se revuelcan como dos perros sarnosos y alzados! ¡La tierra donde García Márquez pegaría estertores como los de Linda Blair en “El Exorcista”! A partir de este número, crónicas “bellas” como el encuentro fortuito entre un paraguas y una máquina de coser sobre una mesa de disección...

-¡Pst! ¡Pst! Ey, Sirirí, ¿me escucha?
-¿Eh? ¿Qué quiere, Canberra? Recién acaban de fumarse un soretito en mis patas... me estaba adormilando.
-Es que estoy preocupado, Sirirí. Dicen que se cae la barranca, y me quieren llevar a la IIº Brigada Aérea. ¿Se da cuenta, Sirirí? Al final, ganaron los ecologistas, los tamborileros y toda esa fauna híbrida a la que le gusta tanto el río...
-¿Y qué quiere, Canberra? Cuando se llevaron al Plato Volador y después al Cohete Ud. no dijo ni mú... y ahora le llegó su turno. Por lo menos tiene gente que lo banca, sólo lo van a reubicar; a mí me cambiaron de color (¿dónde vio un Sirirí amarillo?); me movieron de lugar, y nadie dijo nada.
-¡Pero Sirirí! Eso fue hace mucho tiempo, los argentinos tenemos que reconciliarnos, olvidar viejas antinomias... Yo tengo miedo que mi traslado sea una maniobra para borrarme del mapa. Creo que atrás de todo esto está el progresismo local. Finalmente, un fantasma recorre Paraná... el fantasma de la transversalidad. Que se cae la barranca es una excusa. Si no fíjese en la municipalidad: se cae a pedazos, pero en vez de trasladar gente, siguen agregando.
-Mire Canberra, yo no lo voy a ayudar. Que lo ayude el monumento al policía, el ala de avión incrustada en la barranca o el bombero colorinche... a mí déjeme en paz. Además, este parque se está cayendo a pedazos hace tiempo y por el único que se preocupan es por usted.
-¡De rojo tendrían que pintarlo! ¡Transversal! ¡En algo habrá andado, igual que sus amigos! Dicen que el cohete estaba involucrado en el contrabando de drogas y cigarrillos, que lo vieron aterrizar un par de veces en pistas clandestinas del interior de la provincia y también en la Triple Frontera comprando ropa, zapatillas y CDs truchos que revendía en la Feria de las Pulgas.
-¡Pero por favor, Canberra! Ud. sabe bien que lo redujeron para hacer nuevas celdas en Tribunales, porque la justicia está que implosiona. ¡Ya ni los jueces entran, y menos si no tienen agendado ningún celular del gobierno!...
-Hágame el aguante, Sirirí. A ud. no lo van a mover nunca, usted es una institución... Usted está en el imaginario de la ciudad como el mate de Scutella o Daniel Cottonaro... Si me junta unas firmitas ahí con sus amigos del Registro Único de las Veinte Verdades Peronistas le cuento una que me enteré del Robot. Así, si quiere, lo puede ayudar a escapar...
-¿Escapar? ¿Adónde? ¿Qué le va a pasar al Robot? Hable bajo, que puede estar oyendo...
-No creo. ¡Si está todo el día con su i-pod escuchando Kraftwerk!. Parece que le quieren serruchar los brazos, y usar los tubos para meter más gente en cargos públicos... las promesas de campaña fueron muchas... y ahora todos, hasta los más contestatarios, quieren tener su split en el dormitorio... La coherencia termina donde empiezan las cuotas.
-¡Recórcholis! ¡Rayos y centellas! ¡Frávega y Garbarino! ¿Y qué será del robot sin sus brazos?
-Escuché que el gobernador quiere usarlo como un presente para Scioli... Pero quédese tranquilo, si logramos que no me muevan a mí, no lo harán con nadie.
-Ahora, dígame. ¿Porque tanta urgencia por usted, y no por el yaguareté, por ejemplo, que se está cayendo y tiene mas tachones y escrituras que la constitución provincial?
-¡Sirirí!, ayúdeme, ya me estoy cayendo... ¡No quiero terminar como el avión de Lost en esta isla desierta! ¡Me caigooooooo, me resbaaaaaaaaalooooo! ¡Auxilioooooo!
-¡Uh! ¡Quedó partido al medio! Pero... ¿Qué veo en su interior?... ¡La primer Venus del Rosedal! ¡El banco de mármol del monumento a Urquiza! ¡Le Petit Pisand! ¡Las placas de bronce del monumento a San Martín! ¡La causa de los ATN! ¡Todas las esfinges robadas en los últimos años! ¿¡Qué es esto, Canberra!?
-Ha descubierto mi secreto, y mis “botines de guerra”. Ahora no seré nada, sólo alguna parte mía sobrevivirá en algún rincón del Parque Urquiza... Ni siquiera dejo descendencia... ¡Hace mucho que me vaciaron! Este es el fin, y no un falso anuncio como el de Sábato...
-Así es la vida, Canberra. No hay mal que por bien no venga... Quizás ahora, me vuelvan a mi lugar y recupere mi color. La vida del monumento público es una tragedia griega. Y, como dijo Nietzsche, la tragedia nunca se fue. En nuestro caso, se renueva cada cuatro años...

El sol anaranjado se ponía sobre el río que amó Lavardén, aunque sin cisnes, ninfas ni figuras barrocas, más bien con viejas del agua, bagres, armados y botellas de plástico... En el centro de la ciudad, enfilando hacia un arco iris fotoyopeado sobre el cielo azul, un trencito de personas tomadas de la cintura bailaba al son de una cumbia imaginaria. Al frente, iba Rogel... eran los convencionales constituyentes prestos a realizar su tarea...
¡Hasta la próxima edición!