Me gusta mucho lo que hacés, te bajaré a MP3
(Kevin Johansen, “El son del mp3”)
Más de una vez en este blog se ha señalado que la Internet es una tecnología que, por el tipo de prácticas que ha promovido, ha puesto en entredicho radicalmente el “derecho” que tiene el productor de una obra sobre su copia –derecho que, sabemos, por otra parte es usufructuado en su enorme mayoría por las mega compañías del entretenimiento. Si bien es cierto que las leyes siguen amparando al propietario intelectual y a las compañías distribuidoras, la proliferación de blog´s y sitios de descarga directa, como así también los programas P2P como el e-Mule, el Soulseek o el Ares, etc, y también tecnologías de copiado de digitalización y reproducción (grabadoras de CD/DVD y MP3, celulares, etc) hacen que virtualmente las posibilidades de copiado y reproducción técnica sean infinitas. Y estas mismas posibilidades son las que los usuarios más de una vez –como dice K. Johansen- aprovechamos.
Pero desde hace ya casi un mes, en medios gráficos y algunos foros de la red se informa sobre el caso de un joven que se vio envuelto en un enredo judicial por el que terminó pagando varios miles de pesos debido a que identificaron a su terminal de internet en la cual pudieron ver que estaba descargando temas de algunos artistas nacionales y también que compartía sus archivos de música. Esta crónica no sólo es informativa. Es también un alerta: podemos estar convencidos de que efectivamente -a partir concretamente de este caso- la sociedad de la información y la sociedad de control son una y la misma. Internet, el medio que nos ha permitido democratizar el acceso a la información, es ahora también usado por aquellos que ejercen su derecho de privar y restringir la libre circulación de información. Éstos ejercer una labor de policía contra quienes compartimos e intercambiamos archivos musicales que copian productos de los cuales estas compañías son dueñas del copyright. Si querés acceder a las mercancías que tengo bajo mi poder, dice “don discográfica”, deberás pagar o sino estarás violando mis derechos y por esto te demandaré. Dicho de otro modo quienes han visto su actividad lucrativa avasallada por un nuevo modo de gestionar la información no dan el brazo a torcer, tratan de urdir nuevas estrategias para reinsertar los bienes culturales bajo el sofocante imperio del mercado. Y digo esto no creer que Internet cuestiona las relaciones fundamentales del capital sino porque logró a gran escala masificar esta idea del compartir y socializar visualidades, audios, etc.
A su vez, podemos ver que en concordancia con esta “judicialización”, la promoción del así llamado “canon digital” aquí en Argentina (aplicado a la fabricación y venta de “productos que permiten almacenar, grabar y reproducir música e imagen” para compensar las pérdidas ocasionadas por la piratería) no es ajena a este lobby. Creo que el debate está abierto porque la discusión y la comprensión son las únicas herramientas que tenemos para escapar al temor que hoy las compañías quieren propagar.
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