jueves, noviembre 12, 2009

"Malvón" -el folletín- 3º parte

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21.
“¡Mierdra!”, exclamó patafísicamente Plagiaro. “¡Miedda!”, exclamó La Conductora del Noticiero Local. “¡Caquita!”, dijo El Periodista Chivo.
¡Sí, MIERDA, con mayúsculas y a raudales! ¡Parecía una catarata desbocada la mierda que chorreaba sobre el móvil del canal y sobre el asfalto todo! La Conductora del Canal Local puso el limpiaparabrisas para poder seguir la escena en la que los motomandados, prestos, acostumbrados a trabajar con El Periodista Operador, corrieron y se tiraron de pancita a revolcarse en la mierda líquida que seguía brotando como de una canilla sin cuerito. Eso los entretuvo por un rato.

22.
En ese escenario de mierda, literalmente, Plagiaro se encontró disputado en forma sanguinaria por la prensa vernácula. “Eso hacen las sociedades de control con aquellos que queremos desaparecer en el anonimato. Todo tiene que ser visible. Incluso mi amor por mi malvón”, pensó deleuzeanamente. Y luego gritó: “¡Por qué no se van todos a la misma mierda!”, mientras echó a correr. “Pero si ya lo edtamos”, alcanzó a escuchar a La Conductora del Noticiero Local mientras se sacaba unos grumos de caca de sus hombreras con un pañuelo. Con la última gota de la estericcia colis de El Periodista Amarillo, éste se desvaneció. Los motomandados parecieron recobrar la lucidez –aunque suene exagerado- y quisieron arrancar en sus motos embardunadas, pero patinaban en el líquido marrón y volvían a caer. ¡Una refalosa de caca, una pesadilla Ascabusiana!

23.
“Es mi oportunidad de escapar”, se dijo Plagiaro, lanzándose a correr por la Panamericana, abrazado a su malvón. Unos kilómetros más adelante, una sugestiva melodía se empezó a escuchar cada vez más fuerte. El espíritu sensible de Plagiaro tenía oídos para todas las músicas, sin distinción semiótica: “alto-bajo-popular”, clasificaciones de eunucos para él. Y esa música era la más maravillosa para sus oídos: ¡la de la mismísima Rosita Cajamarca!, doncella riobambeña de la música chicha ecuatoriana. ¡Estrella recurrente en su firmamento cinemascope de poluciones nocturnas!

24.
Ahí venía, cantando a capella en un bus junto a sus músicos, a la vera del Pacífico, que acomodaba sus aguas para acunar al sol que se dormía, se dormía. En ese instante mágico en el que los relojes biológicos humanos son uno con la naturaleza, el bus se detuvo junto a Plagiaro. Una voz celestial, cual la de Gabriel susurrando al oído de Mahoma, le dijo: “-Oye guapetón, ¿hacia dónde vas con tu linda planta?” Plagiaro sintió un escozor en el upite. Era Rosita, un ángel trigueño, aindiado y rellenito bajado del cielo de la cumbia para hablar con él, simple mortal. “-Tenemos un concierto esta noche en las playas de Salinas, en un hotel lleno de turistas… ¿te llevamos?”.

25.
El bus flotaba junto al ocaso anaranjado-violáceo, Rosita se maquillaba y sus músicos marcaban el ritmo con la percusión. “Ay!, y algún día entre sollozos / Ay!, tú me pediste que te olvidara / Ay! No se puede! / Ay! No se puede!”, cantaba la diosa máxima en armonía con lo infraleve de las gotas de agua deslizándose por las flores del Cayambe. ¡Rosita empañaba hasta el mismísimo amor de Plagiaro por su Malvón! Era la Eva de Perón, la Simone de Sartre, la Yoko de Lennon, la Valeria Mazza de Gravier ¡Era la musa por la cual insistía en su Ser el Ecuador todo!

26
Y llegaron a Salinas, la Punta del Este ecuatoriana. Plagiaro se alegró de estar a salvo de la persecución mediática y, luego de regar el malvón con agua mineral, lo dejó descansar en el bus, y acompañó a los músicos al escenario. En ese hotel 5 estrellas, Rosita era una bella excepción; una incursión antropológica de lo mejor de la sierra sobre el escenario turístico, montado, de la costa. El salón rebosaba de parejas de nuevos ricos de Guayaquil; ¡los dueños de la pasta!; que hicieron caras de asco cuando vieron ingresar a la flor de la selva bajo el halo del reflector. Pero a la altura de “Mi joven profesor de amor”, el auditorio se pasaba sus prejuicios por el duodeno; ¡y hasta por una extraña relación de continuidad, empezaron a pensar bien del presidente Correa! A la altura de “Escríbeme una carta”, la baba de los espectadores caía sobre las ostras de sus platos; y todos pensaban, hombres y mujeres, en cómo hacer para sobar los poros de esa piel indómita, sensual, y sus botas ¾ , y su minifalda colorada... Rosita, con su brillo cayambero, desataba los diablos del deseo y los hacía brotar para vagar sin rumbo por el lugar, como una droga psicoactiva de la selva, imposible de sintetizar...

27
Con los aplausos, Plagiaro recobró el aliento y la saliva, casi al borde de deshidratarse. Rosita bajó del escenario y le dijo al oído: “Nos vamos de acá”, y dejando todo de lado, lo tomó de la mano y escaparon hacia la playa. “Conozco un lugar maravilloso, acá cerca” Y ahí marchaban, Plagiaro y Rosita –ya camuflada tras unos anteojos y un pañuelo en la cabeza- bajo la luna, descalzos, dejando atrás las luces de Salinas. Más adelante, aparecieron otras tenues. “Quiero estar a solas contigo en Montañita”. Se acercaron al pueblo vecino, el olor a marihuana inundaba todo, al igual que el reggae... compraron un ron y en un bidón, lo prepararon con coca cola y se acostaron en la arena junto a unos leños encendidos. Tomaron unos tragos mirando el mar. Rosita dijo: “Bésame”, y Plagiaro obedeció. ¿Qué decir? Plagiaro sintió el Siglo de Oro de la poesía española entero recorrer su cuerpo. Y, como con los versos, sucumbió. Los techos de paja de las cabañas hablaban con el viento de mar. Las olas sólo insistían. Ahí Dios se había dormido y en ese momento y en ese lugar, ningún error de la creación se hacía evidente.

28
Mientras Plagiaro intercambiaba fluidos con Rosita Cajamarca -como un MERCOSUR de a dos-, el malvón comenzó a extrañar a su dueño. Así es que salió sigilosamente del bus cuando fue sorprendido por El Periodista Chivo y El Periodista Amarillo, estrellas del mismo canal, montados de nuevo en la moto del último (que coronaba su retaguardia con un pañal gerontológico, tratando de detener la hemorragia caquiqueril). Los dos periodistas se miraron y se hicieron cosquillitas con sus narices, evidenciando que sus pensamientos coincidieron: “No conseguimos a Plagiaro, pero sí a su malvón. Suficiente para hacer un par de programas exclusivos. ¡Volvamos, pues!”. Y volvieron surcando la américa profunda, pero ellos ni mu con el paisaje. Sólo importaba el rehén vegetal, que –producto de la velocidad, el frío y el stress- llegó a Paraná casi amarillo.

29
Pero los villanos son muchos y no descansan, para desgracia de nuestro héroe y su malvón. Porque a todo esto, el Periodista Operador y La Poeta Maldita que Deshonra su Apellido, se encontraban abocados en un extraño pachichí coordinado por el Chamán de la Chelva Amachónica que incluía elementos tales como: pendejos de Sai Babita, una estampita con la figura del Viqui Fernández, libros de poesía local –entre ellos el del gran Bejarano-, y otras sustancias de procedencia desconocida pero de comprobados efectos distorsionadores de la realidad. ¿Qué buscaban con ese aquelarre? Lo mismo que todos: saber el paradero de Plagiaro, y hacerlo volver. Y resulta que La Poeta Maldita que etc. etc, intuyó como hacerlo. Porque, a pesar de la menopausia, tiempo atrás había guardado en un frasquito de mayonesa Hellmans, un poco de olores y flujos post coito de alguna siesta invernal. Fue ponerle ese ingrediente a la mezcla para que –cerca de a 15 mil kilómetros de distancia- Plagiaro sintiera un escozor cuyo epicentro era su miembro erecto que, ante la mirada absorta y la boca abierta de la diosa trigueña Rosita Cajamarca, comenzó a elevarse cada vez mas al punto de hacer levitar a Plagiaro y –una vez en el aire- guiado por su pararrayos de carne, comenzar a volar a velocidad crucero hacia el origen de la llamada paranormal, abandonando a Rosita primero, a la playa después, al Ecuador y a toda la ilusión de tiempo y espacio que lo separaba de la Poeta, aquella antigua amante.

30“Atención, nuestro canal se complace en anunciar que nuevamente le ha ganado a la competencia y que la ex periodista “edtrella” del otro canal no va a poder hacer lo que nosotros, El Periodista Chivo junto a El Periodista Amarillo, venimos a anunciar: una entrevista exclusiva con el vegetal por el cual Plagiaro habría abandonado su vida complaciente y burguesa, y que nada tiene que ver con las suposiciones que se manejaban hasta ahora. A continuación, un adelanto”. Y ahí venían las imágenes de un malvón cuidado como una estrella de la farándula: haciendo cama solar e inmersiones con hidromasajes en el Joguard Jonson para recuperar su color y humor –nunca una planta tan plebeya había logrado tanta atención-; siendo regada con agua mineral con unas gotitas de champagne; rodeado de unos ficus esplendorosos a cada lado, sacándose fotos con estrellas de los medios locales como el conductor de El Explorador y Cottonaro... en fin, la vida vacua e insulsa que alientan los medios y el sistema capitalista mundial. El Malvón ni se acordaba de Plagiaro, le gustaba la nueva vida y sacudir sus pistilos con quien tuviera a mano.